Madrid, Sol, 16 de junio de 2013
Madrid, Sol, 16 June 2013
Madrid, Congreso de los Diputados, 17 de junio de 2013
Madrid, Congress of the Deputies, 17 June 2013
La bandera que enarbolan es una reliquia de tiempos pasados. Tiempos en los que se quiso hacer de España una nueva nación. Tiempos que fueron como un laboratorio de esperanza, promesas de progreso e igualdad.
Las probetas estallaron, el experimento salió mal, pero los recuerdos y reivindicaciones de quienes llevan esta bandera no están en blanco y negro, ni en sepia. Sus colores son el rojo, el amarillo y el morado.
Aun así, solo se conocen dos repúblicas en este país.
Y una se pregunta.
Del Congreso salen los diputados después de una jornada de trabajo. Los reconoces por su paso orgulloso, sus cabezas altas, sus frentes despejadas, su parsimonia. La calma de quien figura primero en la lista. Suben a un pequeño autobús, protegidos por escoltas, y el tráfico se congestiona y pita, y protesta y aguarda. El autobús, impasible, continúa su breve trayecto y aparca unos cuantos metros más allá, en plena acera. Las personas importantes bajan y se concentran en pequeños grupos a la entrada de un buen restaurante.
Y al lado pasas tú con tus tasas universitarias que suben y suben, con tu abecedario de la hipoteca, con el desahucio como una espada de Damocles sobre tu cabeza. Tú con toda tu incertidumbre de joven recién licenciado, de currante de base, de pensionista asfixiado. Tú con tus niños comiendo de beca y caridad en el cole. Tú, sin trabajo. Tú, con una enfermedad rara que no se investiga porque eres uno de apenas un puñado. Tú, españolito de a pie. Tú y como tú, otros.
Escraches, manifestaciones, quince emes, huelgas, protestas, comisiones.
Colores antiguos en Sol o en el Reina Sofía.
Hacer de España una nueva nación.
Y una se pregunta.
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The
flag they hoist is a keepsake, the remains of a time long ago past. A
time during which people dreamed of turning Spain into a brand new
nation. A time that was like a laboratory of hope, dreams of progress
and equality.
The
test tubes shattered, the experiment went wrong, but the memories and
demands of those who hoist this flag are neither in black and white
nor in sepia. Their colours are red, yellow and purple.
Yet,
this country has only known of two republics.
One
can only wonder.
Deputies
leave the Congress after a working day. You can recognise them by
their proud pace, their heads well up, their bright and clear
foreheads, their calmness. The calmness of those who are always on
the top of the list. They get on a small coach, protected by the
bodyguards, and the traffic gets jammed, hoots, complains and keeps
waiting. So does the coach — its short journey finished, it parks a
few metres down the Congress, right in the sidewalk. These important
people get off the coach and form small groups at the entrance to a
fine restaurant.
And
there you go, right next to them, with your university fees going up
and up, with your fully unpaid mortgage, your potential eviction like
a Sword of Damocles over your head. There you go, full of uncertainty
as a young graduate, a blue-collar worker, an overwhelmed pensioner.
You and your children, relying on grants and charity to eat at
school. You, jobless you. You and your rare disease that gets no
research, because it is only about you and a few more. You, poor
little average Spaniard you. You and many more like you.
Escraches,
demonstrations, March the Fifteenth, strikes, protests, commissions.
Old
colours in Sol or the Reina Sofia Museum.
Turning
Spain into a brand new nation.
One can only wonder.
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